miércoles, 10 de julio de 2013

Sobre incómodos lugares comunes



Momento incómodo si los hay, el de subir solos a un taxi o un remis y transitar el viaje. Esa situación en que dos desconocidos quedan mano a mano durante los minutos que dure el trayecto, un paseo que puede resultar confortable o convertirse en una pesadilla en cuestión de microsegundos. Porque los taxistas, los remiseros, forman parte de una tribu mediotransportista especial. No es lo mismo que los colectiveros (ojo, no los vayas a llamar ‘colectiveros’ que se ofenden, sería como decirle ‘chancho’ al que pica los boletos o ‘zorro’ al inspector de tránsito). Los choferes de colectivos interactúan en masa, si es que interactúan, y desde ahí arriba se llevan al mundo por delante. Pero los taxistas, los remiseros, es distinto con ellos. Cuando al subir al vehículo saludan serios, se quedan callados y aceleran a toda velocidad nos sentimos como en una película de terror y suspenso, en la cual nos da hasta miedo decirle al tipo que baje la velocidad porque creemos que se van a dar vuelta con un cuchillo que tienen por ahí escondido para apuñalarnos. Muy distinto es cuando se ponen verborrágicos. El clima, tema número uno a platicar; política, segundo en la lista; fútbol, si es un día bien cercano a algún partido importante. Si es el clima (¡temática aburrida si las hay!), no hay confrontación posible, pero si el rumbo dobla hacia la política o el fútbol, en mi caso, prefiero ir tanteando el terreno. No es que no me guste defender mis ideales, pero es sabido que son tópicos muy delicados y ponerme a discutir con la persona que conduce adelante mi vida y llevarle la contra y sentir cómo el velocímetro aumenta y aumenta, la verdad, no me causa demasiada gracia. El último caso que sufrí fue el de un remisero que tiraba mierda y más mierda al modelo kirchnerista. No es que el actual gobierno sea de mi agrado, pero cuando empezó a contarme de su juventud, los políticos de antes y sus planes, apenas atiné a decirle que por culpa de aquellos hoy tenemos lo que tenemos y el hombre cambió radicalmente sus gestos, llegué a destino a los zarpazos y me dio el vuelto murmurando palabras incomprensibles por lo bajo. Ahora hace tiempo que no les converso, gracias a la existencia de los reproductores de música y los auriculares, sino son los teléfonos celulares, para compartir el trayecto en silencio como viajando en un vehículo paralelo.

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