Momento incómodo si los hay, el de subir solos a un taxi o
un remis y transitar el viaje. Esa situación en que dos desconocidos quedan
mano a mano durante los minutos que dure el trayecto, un paseo que puede resultar
confortable o convertirse en una pesadilla en cuestión de microsegundos. Porque
los taxistas, los remiseros, forman parte de una tribu mediotransportista
especial. No es lo mismo que los colectiveros (ojo, no los vayas a llamar ‘colectiveros’
que se ofenden, sería como decirle ‘chancho’ al que pica los boletos o ‘zorro’
al inspector de tránsito). Los choferes de colectivos interactúan en masa, si
es que interactúan, y desde ahí arriba se llevan al mundo por delante. Pero los
taxistas, los remiseros, es distinto con ellos. Cuando al subir al vehículo
saludan serios, se quedan callados y aceleran a toda velocidad nos sentimos como
en una película de terror y suspenso, en la cual nos da hasta miedo decirle al
tipo que baje la velocidad porque creemos que se van a dar vuelta con un
cuchillo que tienen por ahí escondido para apuñalarnos. Muy distinto es cuando
se ponen verborrágicos. El clima, tema número uno a platicar; política, segundo
en la lista; fútbol, si es un día bien cercano a algún partido importante. Si
es el clima (¡temática aburrida si las hay!), no hay confrontación posible,
pero si el rumbo dobla hacia la política o el fútbol, en mi caso, prefiero ir
tanteando el terreno. No es que no me guste defender mis ideales, pero es sabido que son tópicos
muy delicados y ponerme a discutir con la persona que conduce adelante mi vida y
llevarle la contra y sentir cómo el velocímetro aumenta y aumenta, la verdad,
no me causa demasiada gracia. El último caso que sufrí fue el de un remisero
que tiraba mierda y más mierda al modelo kirchnerista. No es que el actual
gobierno sea de mi agrado, pero cuando empezó a contarme de su juventud, los políticos
de antes y sus planes, apenas atiné a decirle que por culpa de aquellos hoy
tenemos lo que tenemos y el hombre cambió radicalmente sus gestos, llegué a destino
a los zarpazos y me dio el vuelto murmurando palabras incomprensibles por lo
bajo. Ahora hace tiempo que no les converso, gracias a la existencia de los
reproductores de música y los auriculares, sino son los teléfonos celulares,
para compartir el trayecto en silencio como viajando en un vehículo paralelo.
Volvimos!!! que bueno!
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