jueves, 20 de octubre de 2011

Vecinos

Pasaba en su moto por la puerta del negocio casi todos los días. Iba y venía constantemente, con su casco bien calzado y sin levantar alta velocidad. Siempre solo, sin destino cierto, acompañado por el rugido de un motor que llamaba la atención pero no causaba molestias. Un día apareció a pata. Despacito, como quien no quiere la cosa, entró curioso al local. Saludó, observó, sonrió y entabló una conversación. A partir de allí pasa siempre alrededor de las cinco de la tarde y levanta su mano, firmando el presente de cada día. Lucas tiene ocho años, va a tercer grado turno tarde de la primera escuela estatal de Pinamar y vive justo a la vuelta de mi trabajo. “Sólo bajo a la calle para encenderla o calentar el motor, pero manejar, siempre por la vereda”. Conoce a todos en el barrio y todos saben de él. Es capaz de hacer quince preguntas en un minuto o quedarse callado quince minutos. Todavía no sabe qué quiere ser cuando sea grande, pareciera preferir continuar disfrutando su niñez.

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