miércoles, 31 de agosto de 2011

Pequeñas cosas de la vida

¡Cuántas ganas me dan de hablar con alguno! Tanto para preguntarles. ¿Cuántos serán en total? ¿Quién el más viejo? ¿Cuál el más alto? Ante la posibilidad de la falta de respuesta y encima de estar siendo observado por alguien, por las dudas me quedo en el molde. Pero es que llaman tanto la atención. Tendrían que verlos, pero verlos en serio, observarlos. Siempre firmes sin importar las condiciones climáticas, de diversas especies, colores y tamaños. ¡Los tamaños! Ahí nomás, en la parte trasera de casa, hay uno que tiene alrededor de un metro y medio de ancho, impone un respeto con su sola presencia que mejor ni te cuento. Y ni hablar al mirar hacia arriba, pareciera no terminar nunca. Hoy caminaba temprano y los veía serenos, uno al lado del otro decorando cuadras y cuadras, tanta historia tras ellos. Nunca terminarían un censo, si hasta son capaces de escondernos de esas modernas imágenes aéreas con la cantidad de copas frondosas que forman entre todos. Y pensar que para algunos pasan inadvertidos, vaya uno a entender…

2 comentarios:

  1. Muy bueno!! Me llega en un momento en que, podría decirse, estoy obsesionada con los árboles. Estoy escribiendo crónica y me hicieron notar que no nombraba los árboles. Descubrí que conozco menos de la mitad de las especies que hay en Buenos Aires (un patrimonio increíble de árboles tiene esta ciudad). Son algo especial. Un abrazo!!

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  2. Es que son para obsesionarse, y acá con tanto bosque ni te cuento!!! Gracias por pasar, como siempre, saludos!

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