sábado, 4 de diciembre de 2010

Acción, reacción

Me mordió. De no creer, ¿no? Así sin más, como quien no quiere la cosa, me mordió. Y lo hizo en el lugar correcto, con esos alfileres que dicen ser dientes, para lograr causar dolor y que brotara sangre. Poca, es cierto, pero suficiente para graficar la situación. Yo sólo quería ayudarlo, sacarle el papel que con dificultad y expresiones de asco tenía dentro de su boca, aunque evidentemente él pretendía seguir jugando, algún placer encontraba en eso. Pero cuando me mordió… Instantáneamente reaccioné maldiciendo algo, o a alguien, vaya uno a saber, lo dejé sobre la cama y me levanté bruscamente para cambiarme. Su llanto no se hizo esperar. ¿Por qué lo habían abandonado así? ¿Qué hizo para merecerlo? Fue cuestión de segundos, entonces mi alma regresó al cuerpo. Es que él nunca comprendió qué era lo que hacía, si hasta creyó que mi dedo en su boca era parte de aquello a lo que estaba jugando. Lo alcé, me miró, sonrió, me robó otra sonrisa, nos amigamos y ahí sí arrancamos otro día de los infinitos que nos están esperando.

3 comentarios:

  1. Qué lindo! Igual ojo, que hay rabia en la capital. A no dejarse morder así como así...

    ResponderEliminar
  2. Jaja, ¿de este lado de la General Paz estaremos eximidos? Gracias por pasar!

    ResponderEliminar
  3. Ah, vos también andás por provincia... Yo creo que los murciélagos no saben mucho de cuestiones jurisdiccionales. Por las dudas, a cuidarse!

    ResponderEliminar