lunes, 16 de mayo de 2011

Participación en Time Killer, Capítulo VII

Sucedió hace poquito más de una semana, pero entre embalajes y rutas no estuve casi nada frente a una computadora. Aquí adjunto un nuevo relato que no tiene mucho de cuento, pero entró en la sección de Cuentos Deportados emitida en Time Killer el lunes 9 de mayo, más un final Stone con su clásico Wild Horses.


"Turf. Caballos grandotes con nombres extravagantes manejados por personas diminutas, una gran cantidad de hombres que asiste al hipódromo para, una vez concluida la jornada, desconcentrarse cual hormigas a las que un patadón les sacudió el tablero, pequeños grupos que se amontonan frente a la pantalla de un televisor escondido en algún bar, con la ilusión depositada en un papelito aferrado a sus manos. Páginas enteras dedicadas al tema en secciones deportivas de diarios, que llevan una y otra vez a cuestionar si realmente es un deporte o no. Nunca lo entendí.

En mi vida conocí a nadie que fuera a ver una carrera de caballos por el simple hecho de disfrutar la vivencia, pareciera más bien que todos tienen la necesidad de ir sólo con intenciones de apuestas, para salvar la economía de la semana, el mes, quizás varios años. O arruinarla por completo. Equinos que cargan una pesada carga de personas muchas veces desesperadas. ¿Alguien les preguntó a esos hermosos animales qué sienten con todo esto? ¿No será demasiada la presión que se les coloca encima? Y no refiero al hombrecito petisito que los monta, está claro, ¿no?

¿Hasta qué punto estarán a gusto estos corceles que viven su vida fuera de su hábitat natural? Tanta incertidumbre me tenía inquieto, por eso utilicé algunos recursos para contactar al nieto de Mr. Ed, ¿lo recuerdan? Aquél caballo de la década del ’60 que poseía el don del habla. Y vaya sorpresa me llevé al entrevistar a su descendiente, que en pocas palabras respondió lo siguiente: “Me tocó estar unos meses en un stud argentino, al cuidado de un hombre chiquito que me hablaba sobre cosas intrascendentes. La verdad que me tiraban agua en todo el cuerpo muy temprano a la mañana, y me cagaba de frío. Me daban de comer una alfalfa muy mala que creo traían de China porque les resultaba más barata. Cuando quería dormir un rato siempre me ataban una soga para hacerme dar vueltas y vueltas un largo rato, nada de todo esto era agradable. Y ni te cuento cuando me cortaban el pelo de maneras ridículas indescriptibles. Me escapé, agarré la ruta 5 y llegué a La Pampa. Ahora piso yo el suelo de mi campo, otra vez el verde de la libertad. Estoy viejo, pero las tardes son mías, volví al campo, estoy contento de verdad. En un stud alejado, en una noche sin luna, alguien no cerró el candado y yo dejé la ciudad”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario