martes, 18 de enero de 2011

Cumpleaño (sí, sin "s")

Un año, 365 días, muchísimas horas. Llegó chiquito, indefenso, y enseguida encontró en nuestros cuerpos su paz y tranquilidad. Se entregó, se dejó llevar. Comenzó a sonreir, a soñar. No faltaron sus pesadillas, entonces también lloró. Nos hizo entender que es totalmente dependiente, y aprendimos la necesidad de estar detrás de él. Reímos juntos y a carcajadas, jugamos, nos sentimos desafiados, nos retamos. Conoció el frío y el calor, la ciudad, la playa y el mar. Comprendimos que ya no vivimos por nosotros solos, ahora vivimos también por y para él. Continúa la inocencia, persiste la ingenuidad, ojalá por mucho tiempo más. Un año, 365 días, muchísimas horas. Ya está grande, gigante. De a poco da sus primeros pasos, aunque pareciera que ya dio muchos y a ritmo agigantado. Nos enseña todo el tiempo, aunque en oportunidades no seamos capaces de aprender. Hoy ya comprendí que en su cuerpo está mi paz y tranquilidad, me entregué, me dejo llevar, ahora dependo de él. “Una sonrisa, una mirada, una caricia en la suavidad de su piel. Un silencio, una carcajada, un llanto en la madrugada. Sonidos que dicen mucho sin decir nada. Ser el motivo de los quehaceres, el pensamiento único de mi ser. Me lo dijeron una y lo escuché mil veces, recién ahora entendí porqué...”. (Vivir para entender, este blog, 05/05/2010).

No hay comentarios:

Publicar un comentario